lunes, 16 de junio de 2014

Palomas son tus ojos

A Mariela, ojos de mis ojos



En el hermoso Cantar de los Cantares atribuidos al Rey Salomón, el Esposo le dice a la Esposa: He aquí que tú eres hermosa, amiga mía; He aquí eres bella; tus ojos son como palomas ¿Por qué son como palomas los ojos de la esposa? Lo son debido a que aprendieron a ver al mundo con los ojos del corazón y esto, no me cabe duda, permite ver y comprender la realidad desde otra esfera del razonamiento, esto significa la posibilidad de que amor, conocimiento y verdad graviten en una misma frecuencia liberadora que sólo es capaz de brotar en aquellos que, como testimoniara San Pablo, creen con el corazón. En la Carta Encíclica Lumen Fidei de S.S. Francisco, nos hace referencia a que el corazón es el centro del hombre, ese eje transparente en el cual se entrelazan todas las dimensiones humanas, es decir, cuerpo y espíritu, que se corresponden con la interioridad de la persona y su apertura al mundo y a los otros, ya que si el corazón “es capaz de mantener unidas estas dimensiones es porque en él es donde nos abrimos a la verdad y al amor, y dejamos que nos toquen y nos transformen en lo más hondo”.

Los ojos se nos transforman en palomas cuando nos abrimos al calor siempre constante del amor de Dios, y esto comprendiendo que, Amor y Dios son lo mismo, por ello, los místicos construyeron ese hermoso concepto de Dios-Amor por estar íntimamente ligados a la Alianza como base fundamental. Al recibir el gran amor de Dios, única posibilidad real de transformación interior, la fe se abre a una comprensión distinta surgida de unos ojos nuevos, de unos ojos que abren su campo a todos los matices que conforman las acciones humanas. Los seres humanos somos posibilidades, miles de posibilidades y nos apropiamos de algunas para poder vivir. Esa apropiación es lo que podríamos llamar decisión. Estamos en constante toma de decisiones. Ahora, decidimos con lo que tenemos, decidimos, incluso, desde nuestras carencias, ya que, como decía Sartre: somos lo que han hecho de nosotros. Con eso que han hecho de nosotros, decidimos. He allí la base donde pueden sustentarse nuestros errores humanos. Vemos lo que nos han enseñado a ver. Decimos lo que nos han enseñado a decir, hasta sentimos lo que nos han enseñado a sentir. Y si nos hemos construido la existencia desde la carencia, pues, nuestra vida no será auténtica, siempre habrá un vacío y ese vacío, por una necesidad humana, lo llenamos con lo primero que nuestros ojos, también incompletos, logran ver en medio de tanta oscuridad. ¿Cuál será el resultado previsible para cada decisión? El dolor, el error, la desesperación que, sin duda, al comienzo se nos presentará como un bálsamo tranquilizador, pero que no es más que una compresa caliente cuyo calor será breve e insustancial, alejándonos de la oportunidad de ser hombres de la verdad, del derecho, de la bondad, del perdón y la misericordia.

Cuando nos abrimos desde la experiencia del amor de Dios, las alas de las palomas, metáfora maravillosa de la mirada, revolotean acercándonos a la posibilidad de la verdad compartida en el amor, el conocimiento y la fe permitiéndonos contemplar, a partir una luz que ilumina la diversidad de matices que nos conforman como seres humanos anulando la falsa creencia de que somos malos por naturaleza. Abrirnos a esta experiencia significa salir del aislamiento del propio Yo para encaminarnos hacia la otra persona en la amorosa atención personal y, de esa manera, construir una relación duradera. Así y sólo así disfrutamos del amor verdadero, es decir, la conexión maravillosa entre el amor humano y el amor divino, y quien ama de esta manera comprende que el amor es experiencia de verdad que nos abre los ojos para ver toda la realidad de un modo nuevo, en unión con la persona amada.

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